lunes, 8 de diciembre de 2008

Vivir como hombres, vivir como animales


¿Cuantas veces nos hemos preguntado hasta dónde puede llegar la crueldad del ser humano? ¿Cúanto daño se han causado mutuamente los hombres? ¿Somos conscientes de lo que tenemos ante nuestros ojos o estamos ciegos mirando sin ver?

Las preguntas que asaltan al lector de Ensayo sobre la ceguera, imprescindible novela de José
Saramago bucean en las profundiades de la suciedad humana, en lo más profundo de ese ser vivo llamado "hombre" que dice ser racional pero en cuyo fondo es tan animal como cualquier otro. "Ensayo sobre la ceguera" es un relato apasioannte, desagradable e imparable. Es un relato que conmueve y obliga a reflexionar. Que engancha y aterra. Porque, lo hemos dicho mil veces, lo más aterrador que existe en el mundo es la crueldad de la que es capaz el ser humano.

Saramago narra en su novela una inexplicable epidemia por la que todo el mundo empieza a quedarse ciego. Pero no se trata no de una ceguera al uso, si no que es blanca, como la leche. Para hacerla más extraña, saramago nos cuenta que la enfermedad se contagia a todo aquel que esté cerca de un infectado (sí, como los zombies). Todos los ciegos son encerrados en un antiguo asilo, abandonados a su suerte por el miedo del ejército a propagar más el contagio. Encerrados, en cuarentena, con escasez de alimentos y enfrentándose a un mundo sin vista, sin orden, sin reglas, sin control. ¿Qué le ocurre al ser huamano en esas circustancias?

Esta y otras preguntas más profundas formuladas por Saramago en la novela las intenta trasladar a la pantalla Fernando Meirelles con Blindness, una película que ya se ha podido ver en algunas partes del mundo pero que aun está pendiente de estreno en España. Si bien las criticas no han resultado del todo favorables, la verdad es que puede tratarse de una de las propuestas más interesantes de la cartelera actual. Es cierto que la película parece cortada a trompicones y que, por momentos, las cosas parecen pasar "porque sí". Y es que la película, vista por un ojo "virgen" e incosciente de la novela de Saramago, puede carecer de lógica o de un hilo argumental sólido.

Sin embargo, con la novela en la memoria, la película es una experiencia que completa lo vivido con la narración escrita, trasladando los sentimientos de la novela a una puesta en escena más que acertada. El uso de una fotografía a ratos deslumbrante y blanca para imitar la ceguera "bañada en leche"; los planos "descuadrados" que in
comodan al espectador, los desenfoques apropiados y el uso del fuera de campo para no ver pero sí saber lo que está pasando... Toda esta labor de puesta en escena es la que le da valor a un filme que, en cuestión de guión y narratividad, flojea.

En consecuencia a todo ello, el buen trabajo de Meirelles con parte de la puesta en escena queda desmerecido por un guión que no termina de aclarar las cosas pero que sirve para replantearse las preguntas lanzadas por Saramago.
Cuando leía la novela, recuerdo mis gestos al leer ciertos pasajes, el malestar que debaja en el cuerpo lo que leía y cómo se creaba eso en mi imaginación. Las reacciones en el cine donde vi Blindness eran las mismas que las que yo tenía con la novela: rosotros de incomodidad, algún resoplido para aliviar tensión ante lo que ocurria en pantalla...


La película, a caballo entre el cine de catastrofes, el género post-apocaliptico de Hijos de los hombres o el terror de los zombies, se pfrece momentos de reflexión ante l
o que somos como seres humanos. Ante la apatía de una sociedad falsa y egoista, cruel cuando la situación es desesperada, trastornada cuando el orden queda trastocado. Es algo que este año ya mostró The Mist y que ahora nos recuerda, de forma más filosófica, profunda y poética, Blindness. una obra sobre lo ciegos que estamos los hombres que creemos ver con perfección. Porque a veces no hay que ver con los ojos, si no con el corazón.

"En el caso en examen parece haber tenido una influencia decisiva la acción pedagógica de la ciega del fondo de la sala, que dijo hasta la saciedad, Si no somos capaces de vivir enteramente como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como animales, y, tantas veces lo repitió que el resto de la sala acabó por convertir la máxima, en sentencia, en doctrina, en regla de vida”.


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